Libro IV
Inicio de travesía de retorno
Promesa de peregrinación
Partiendo de aquella de Buru, a la cuarta de garbino hacia poniente, cerca de los ocho grados de longitud, alcanzamos tres islas: Zolot, Nocemamor y Galian, y al navegar entre ellas pasamos una borrasca feroz, que, de vencerla, peregrinaríamos a Nuestra Señora de la Guía. Adelantándonos al temporal, buscamos refugio en una isla muy alta, no sin destrozarnos antes la fatiga por los torrentes que se derramaban sobre tal monte, luego del empuje del mar.
Son los hombres de allí selváticos y bestiales. Comen carne humana, nada poseen, van desnudos -con el taparrabos de los otros- cuando se disponen a combatir, revístense de trozos de piel de búfalo por el pecho, espalda y flancos, adornados de cuernecillos, dientes de cerdo y colas de pelleja de cabras, que cuelgan por todas partes. Llevan altísima la cabellera, gracias a ciertos peines largos, de caña, que crúzanla de parte a parte. Llevan barbas hirsutas, con hojarasca revuelta, y armadas en tiras de caña, lo que les da un aspecto ridículo. Y son, en fin, los más sucios de esta India.
Sus arcos y flechas son de caña, y tienen ciertos sacos, hechos con hojas unidas, en los que sus mujeres transportan la comida y la bebida. Al divisarnos, acercáronse con los arcos prontos. Pero apenas les distribuimos cuatro obsequios, pasamos a ser sus amigos.
Quince días gastamos allá, para reparar las bordas de nuestra nave. Se encuentran en la isla gallinas, cabras, cocos, cera (por una libra de hierro viejo nos dieron quince de cera) y pimientos largos y redondos. Esos pimientos largos se parecen a los gusanillos que en invierno les salen a las avellanas. Su árbol recuerda mucho a la hiedra, a imitación de la cual vive parasitariamente adherida a otro árbol, pero sus hojas son más como las de los morales. Llámase luli. El pimiento redondo nace igual, pero en espigas, a la manera que el pimentón de la India, y se desgrana. Lada se le nombra. En esta parte, los campos surgen llenos de tal pimiento, que se enreda al estilo de las parras.
Nos apoderamos aquí de un hombre, para que nos condujese a alguna isla donde podernos avituallar. Ésta quedaba en los 8 1/2 grados del Polo Antártico, y a 169 2/3 de longitud de la línea de partición. Su nombre, Malua.
Expliconos nuestro viejo piloto de Maluco que existe cerca de aquí una isla llamada Arucheto. Los hombres y mujeres de la cual no son más altos que un cubo, y tienen las orejas tan grandes como ellos mismos, pues en la una hacen su lecho, y con la otra se cubren. Van afeitados y desnudos del todo; corren mucho, tienen la voz muy fina, habitan en cavernas subterráneas y devoran peces y una sustancia que se oculta entre las cortezas y los troncos, que es blanca y redonda como confites, y la llaman ambulon. Por las fortísimas corrientes y los bajos no fuimos hasta allí.