Libro I
Exploración del paso interoceánico
Descripción del estrecho y muerte del gigante Pablo
Si no hubiéramos encontrado ese estrecho, tenía proyectado el capitán general descender hasta los 75 grados del Polo Antártico, pues a tal latitud y en aquella estación, no se hace nunca la noche o es muy breve: es decir, como en invierno ocurre con el día. Así Vuestra Señoría Ilustrísima me crea, que mientras permanecimos en aquel estrecho, eran las noches sólo tres horas y nos encontrábamos en octubre. Las tierras a nuestra izquierda orientábanse al siroco y eran bajas.
Llamamos a ese estrecho el ""; en el cual, se encuentran, cada media legua, puertos segurísimos, inmejorables aguas, leña --aunque sólo de cedro--, peces, sardinas, mejillones y apio, hierba dulce --también otras amargas--. Nace esa hierba junto a los arroyos y bastantes días sólo de ella pudimos comer. No creo haya en el mundo estrecho más hermoso ni mejor. Por este puede practicarse la más dilectísima de las pescas. Hay tres suertes de peces, largos como el brazo y más, que nombran dorados, albacoras y bonitos, los cuales persiguen a otros peces que vuelan, llamados "" --largos, un palmo más también--, de óptimo sabor. Cuando los de aquellas tres especies encuentran a alguno de estos voladores, éstos, con prontitud, saltan fuera del agua y vuelan --pese a tener empapadas las alas-- por trecho mayor que un tiro de ballesta. Durante cuyo vuelo córrenle los otros detrás por debajo del agua a su sombra. No acaba aún de caer el primero en el agua, que ya en un decir Jesús, lo han apresado y comido. Cosa, en verdad, bellísima de ver.
Me enseñó todas esas palabras aquel gigante que en la nao teníamos, de resultas de que, pidiéndome capac, esto es, pan --que así conocen aquella raíz que como pan usan ellos--, y oli, esto es, agua, me vio a mí escribir ambos nombres; pidiéndole después otros, pluma en mano me entendía. Una vez hice la cruz y la besé, presentándosela. Gritó al punto: "¡Setebos!", indicándome con ademanes que, si volvía a hacer la cruz, aquél me entraría en el cuerpo, haciéndome estallar. Cuando este gigante se encontró mal, pidió, en cambio, un crucifijo, abrazándolo y besándolo mucho. Quería hacerse cristiano antes de morir. Le dimos por nombre Pablo. Cuando esa gente quiere encender fuego, frota dos ramas ásperas entre sí, al objeto de que la chispa que brote prenda en cierta médula de árbol que ponen entre dichas ramas.
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