Libro II
Negociación y alianza con Humabon, rey de Cebú
Pacto de paz con Humabón
, en compañía del intérprete, desembarcó en Zubu. Vino el rey con sus principales a la plaza e indicó a los nuestros que se sentasen cerca. Preguntoles si más de un capitán iba en aquella compañía y si intentaban que él pagase tributo a su amo el emperador. Respondieron que no, que pretendían solamente que comerciase con ellos antes que con otros. Dijo que eso le satisfacía y, si nuestro capitán quería ser amigo suyo, que le enviaría un poco de sangre de su brazo derecho y el haría otro tanto, en símbolo de su amistad más verdadera. Aceptose la comisión. Terminó el rey inquiriendo, ya que cuantos capitanes tocaban allá intercambiaban presentes con él, sobre si era nuestro capitán o él mismo quien debía empezar. Ante lo que el intérprete dijo que, pues deseaba mantener tal costumbre, empezara él; y él empezó.
Subieron a la nao el rey de Mazana y el moro en la . Saludó el primero al capitán general de parte del de Zubu, y explicole cómo estaba reuniendo más víveres que podía para dárselos y cómo iba a enviar a un sobrino suyo y a dos o tres de sus jefes después del almuerzo para establecer la paz. Ordenó el capitán general que uno vistiese la armadura y que les explicaran que todos nosotros combatíamos con ella. El moro se espantó mucho, pero el capitán calmábalo con la advertencia de que nuestras armas eran dulces con los amigos y ásperas con los enemigos: y que, con tan poco esfuerzo como un pañuelo enjugaba el sudor, nuestras armas derriban y destruyen a todos los adversarios y perseguidores de nuestra fe. Hizo todo esto, a fin de que el moro, que parecía más astuto que los demás, se lo repitiera al rey.
Después del yantar, acercáronse a la nao el sobrino del rey, que era príncipe, el rey de Mazana, el moro, el gobernador y el barrachel mayor, con ocho principales, para concertar con nosotros la paz. El capitán general, ocupando un trono de terciopelo encarnado; los demás principales, en sillas de cuero y los demás, en cuclillas sobre alfombras, les preguntó a través del intérprete si su costumbre era tratar en secreto o en público y si aquel príncipe y el rey de Mazana estaban capacitados para estipular la paz.
Respondieron que debatían en público y que efectivamente aquellos dos hallábanse capacitados.