Libro II
Primeros contactos con pueblos filipinos
Virtudes del coco y la palmera
Los cocos son fruto de las palmeras. Mientras nosotros tenemos el pan, el vino, el aceite y el vinagre, este pueblo lo tiene todo en el árbol antedicho. El vino lo extraen con la industria siguiente: perforan el árbol en su parte más alta y tierna, llamada "palmito", la cual destila un licor como el mosto, blanco, dulce, pero un poco agrio también. Con él se llenan unas cañas tanto o más gordas que una pierna, que dejan atadas al tronco por la mañana --para beber de noche-- y por la noche --para beber por la mañana--. Da también la palmera el ya mencionado fruto del coco. Es éste, más o menos grande como una cabeza humana. Su corteza más exterior es verde, dos dedos gruesa y la constituyen en parte unos filamentos con los que los nativos tejen las cuerdas para sus barcas. Bajo esa costra hay una segunda, dura y considerablemente mayor que la de la mayor nuez. Esta suelen quemarla y aprovechan sus cenizas para su pintura. Debajo, por fin, viene una pulpa endurecida blanca, de un dedo de espesor, que comen fresca con la carne del pescado, como el pan nosotros y que al paladar le recuerda la almendra. Secándola se amasaría pan. Dentro de esa pulpa encuéntrase una agua clara, dulce y refrescantísima; agua que cuando se deja posar, se congela y termina como una manzana. Cuando les interesa disponer de aceite, dejan que se pudran pulpa y agua, las hierven después y sale un aceite como de mantequilla. Puede hacerse leche aún, que eso hacíamos nosotros.
Rallábamos la pulpa, la mezclábamos con agua después, bien colada y estrujada a través de un paño y era como leche de cabra. Son estas palmeras como las de los dátiles, pero no tan nudosas; más bien lisas. Una familia de diez personas se mantendría con dos de ellas, aunque a base de extraer el vino ocho días de una y los ocho siguientes de la otra; pues perforándolas sin reposo terminarían por secarse. Cien años duran.