Libro II
Primeros contactos con pueblos filipinos
Comercio con nativos de Zuluán
Gran familiaridad adquirieron con nosotros estos pueblos. Nos dijeron cómo denominaban muchas cosas y el nombre de cuantas islas divisábanse desde allá. La de ellos se llamaba Zuluán y no era demasiado extensa. Nos satisfizo mucho su trato, porque eran asaz agradables y conversadores. El capitán general, para rendirles más honor, los condujo a su nave, mostrándoles toda su mercancía: clavo, canela, pimienta, nuez moscada, macia, oro, más cuanto encerraba el casco. Disparó incluso alguna bombarda; con lo que ellos, aterrorizados, pretendieron saltar por la borda. Hacían signos de advertir que aquellas muestras que llevábamos decían producirse en las tierras hacia las que se orientaba nuestra navegación. Antes de marcharse pidieron licencia para ello con mucha educación y donosura y tras repetir que iban a volver, según su promesa. El islote que ocupábamos era Humunu; aunque nosotros, por haber encontrado allí dos fuentes de agua clarísima, le pusimos "Agua de las buenas señales". Lo último referíase a los primeros rastros de oro, patentes también. No dejan de encontrarse, para ser breve, gran cantidad de coral blanco, así como árboles enormes; éstos dan un fruto algo menos que laalmendra, como los piñones. Y hay muchas palmeras, aunque bastante estériles.
Las islas parecen multiplicarse allí; así que también bautizamos el archipiélago: "", por descubrirlo en su domingo.
Está en los 10 grados de latitud del Polo Ártico y a 161 de longitud desde el punto de partida.
El , reaparecieron a mediodía aquellos hombres, según prometieron, sobre dos barcas, con cocos, naranjas dulces, un odre de vino de palma y hasta un gallo: para demostrar que allá se criaban gallinas. Mostráronse contentísimos por volvernos a ver y compramos de todo. Su jefe era un viejo muy pintado, con aros de oro macizo en las orejas; más muchos brazaletes, por igual de oro y un pañuelo anudado a la cabeza.
Permanecimos en el lugar , todos los cuales bajaba nuestro capitán a visitar a los enfermos. Y cada mañana les servía de propia mano aquel agua de coco, lo que los reconfortaba mucho.