Libro II
Primeros contactos con pueblos filipinos
Pueblos vecinos y peligro de Pigafetta
Próximos a aquella isla habitan hombres de cuyas orejas penden tan descomunales aros que pueden meter sus brazos en ellos. Esos pueblos son cafres, o sea gentiles; van desnudos, sin más que un tejido de corteza de árbol que les cubre las vergüenzas y sólo sus principales usan lienzos de algodón recamado de seda, como turbante particular. Son oliváceos, gordos, pintarrajeados y se ungen con aceite de coco o de ajonjolí para preservarse del sol y del viento. Les cuelga el pelo, negrísimo, hasta la cintura y poseen dagas, cuchillos, lanzas de oro, escudos, anzuelos, arpones y redes para pescar encestando. Sus barcas son semejantes a nuestras falúas.
En el , poco después del mediodía y estando como quien dice para levar anclas, me dirigí a la nave para pescar y, apoyando el pie sobre un cordaje, camino de la cámara, me resbalé por estar el esparto húmedo de lluvias y caí a la mar sin que ninguno me viera. Y casi completamente inmerso ya, vínome a la mano el cabo final de cuerda de la vela mayor, que providencialmente pendía de la borda. Asime a él y comencé a gritar; tanto que di ocasión a que viniesen en la lancha por mí. No creo que me salvasen mis merecimientos, sino la misericordia de aquella Fuente de Piedad. La misma tarde enfilamos entre poniente y garbino cuatro islas: Cenalo, Hiunangan, Ibusson y Abarien.