Libro II
Evangelización de Cebú
Vasallaje al rey de España
A diario se trasladaba a tierra el capitán general, con objeto de oír misa y decía al rey muchas cosas concernientes a la fe. La reina, con mucha pompa, vino a oír misa en una ocasión también. Tres doncellas la precedían, portándole tres de sus sombreros en mano; iba ella vestida de blanco y negro, con un velo grande de seda a listas de oro, sobre el cabello, que se lo cubría enteramente, así como la espalda. Un buen grupo de mujeres la seguía, éstas todas desnudas y descalzas, fuera de que arrollábanse en torno a las partes vergonzosas un entretejido de palma, más un turbante que les ceñía el nacer de los esparcidos cabellos. Hecha la reverencia ante el altar, la reina ocupó un cojín recamado de seda. Antes de comenzar el Santo Sacrificio, asperjola el capitán, como a otras de sus damas también, con aguas de olor: nada las deleitaba de tal manera. Enterado el capitán de cuánto placía a la reina el Niño Jesús, se lo regaló, indicándole que sustituyera con él a sus ídolos, porque era en memoria del hijo de Dios. Aceptó, agradeciéndolo mucho.
Un día, el capitán general, antes de la misa, hizo que vinieran el rey (con sus ropas de seda mejores) y los notables de la ciudad. El hermano del rey, padre del príncipe, llamábase Bendara; otro hermano del rey, Cadaio y algunos, Simiut, Sibnaia, Sicaca yMaghelibe y muchos otros que dejo por no alargarme. Hizo que todos ellos juraran obediencia a su rey y le besaran la mano; después hizo que aquél jurara ser en todo momento fiel al rey de España; lo cual juró. Entonces, el capitán rindió su espada ante la imagen de Nuestra Señora, previniendo al rey de que, cuando se juraba así, antes se debía aceptar la muerte que romper el juramento y que él juraba así por aquella imagen, más por la vida de su soberano el emperador y por su hábito de caballero, corresponder hasta lo último a tal fidelidad.
Entregó entonces el capitán al monarca un trono de terciopelo encarnado, diciéndole que, doquiera se trasladara, hiciese que uno de los suyos cargase delante con él y explicole cómo. Repuso que obedecería de grado, por su amor y dijo al capitán que estaba terminando unas joyas que le regalaría él. Las cuales eran: dos aros muy grandes de oro para las orejas, dos brazaletes para fijar más arriba de las muñecas y otros dos cercos con que ceñir los tobillos, más otras piedras preciosas, para adornar las orejas también. Esos son los más bellos adornos que pueden usar los reyes de tales estados, pues van descalzos a perpetuidad y con sólo un pedazo de tela de cintura a rodillas.