Libro III
Navegación y comercio por el archipiélago
Particularidades de los habitantes de Palaoan
Veinticinco leguas más al poniente-mistral, avistamos nuevos países y amplios, donde abundan el arroz, el jengibre, los cerdos, cabras, gallinas, higos (largos como medio brazo y como medio brazo gordos). Son excelentes, pero algunos, de a palmo y pico, superan a todos los demás. Hay también cocos, patatas, caña de azúcar, raíces que saben igual que nabos, y arroz cocinado bajo fuego, entre cañas o maderas. Podría a ésta designársela como la tierra de promisión, porque antes de verla padecimos hambre indecible. Más de una vez estuvimos a punto de abandonar las naves bogando hacia tierra, por no morir de necesidad. Concertó el rey paces con nosotros, dándose con uno de nuestros cuchillos un pequeño corte en el pecho, y manchándose con la sangre lengua y frente, en signo de paz muy verdadera; imitámosle nosotros. Esta isla ocupa los 9 1/3 grados de latitud en el Polo Ártico y los 171 1/3 de longitud desde la línea de partición. Se llama Pulaoan.
Estos pueblos de Pulaoan van desnudos como los otros. En general, trabajan sus campos, tienen cerbatanas con flechas de madera más de un palmo de anchas, dándoles la forma de arpón con espina de pescado y con caña otras veces, pero sin olvidar nunca su veneno.
En lugar de plumas, ostentan ramaje tierno sobre la cabeza. Y a la base de sus cerbatanas se adapta un janetón, con el que combaten en el momento en que se les terminan las flechas. Les encantan los anillos, las cadenas de latón, campanillas, cuchillos, y más aún los hilos tejidos para atar sus anzuelos de pesca. Poseen gallos grandes, domésticos, que no comen por una veneración muy particular: aunque suelan hacerlos reñir entre sí. Y cada uno apuesta por su gallo, que, si se da el caso de que venza, el premio es para él. Beben vino de arroz, destilado, más abundante y mejor que el de palma.