Libro III
Comercio con el rey de Borneo
Acogida hospitalaria de los locales
A diez leguas de esa isla por el garbino, nos enfrentamos con otra, costeando la cual teníamos la impresión de ascender. Penetrando en su puerto, apareciósenos el Cuerpo Santo, después de mucho de no verle. Cincuenta leguas hay desde el principio de esta isla hasta el puerto. Al día siguiente, nueve de julio, su rey nos destacó un muy hermoso, con la proa y la popa trabajadas en oro; sobre aquella, una bandera blanca y azul, empavesada de plumas.
A bordo, tocaban unos cuantos las zampoñas y el tamboril. Acompañaban al prao dos almadías, aquel lo tallan en un solo tronco, y las almadías son sus barcas de pesca. Ocho viejos, de sus principales, subieron a nuestra nao, sentándose a popa sobre un tapiz.
Presentáronnos una jarra llena de pinturas, conteniendo betrel con areca (que es el fruto que siempre mascan), más flores de jazmín y naranjo; cubierta tal jarra con un pañuelo de seda amarillo; más dos jaulas abarrotadas de gallinas, un par de cabras, tres odres de arroz destilado y algunos haces de caña de azúcar. Y lo mismo, a nuestra otra carabela.
Pidieron licencia, después de abrazarnos. El vino de arroz es transparente como el agua, pero de tal graduación, que se emborracharon muchos de los nuestros. Lo llaman .