Libro III
Comercio con el rey de Borneo
Embarcaciones y moneda
Sus barcos de importancia son los juncos, construidos de la siguiente manera: su fondo queda casi dos palmos sobre el nivel del agua, y es de tablas con clavos de árbol --bastante bien hecho--; corona esa armazón un plano contrapesado de cañas gordísimas, capaz de sostener tanto utillaje como una carabela. Su arboladura es de caña también y de corteza vegetal el velamen.
La porcelana sale de la tierra blanquísima, tras haber permanecido allá cincuenta años antes de su rematado; de esta forma, no sería tan fina. La entierra el padre para el hijo. Si se vierte veneno en una jarra de porcelana, se rompe al punto.
Las monedas que en estas partes usan los moros son de metal, agujereadas en el centro para poderlas ensartar, y sólo constan en ella cuatro signos en una de las caras: son letras del gran rey de China y las llaman picis.
Por un chatil de plata viva, que equivale a dos libras de las nuestras, dábannos seis platillos de porcelana; por un quinterno de plata, cien picis; por ciento sesenta chatiles, un jarroncito de porcelana; por tres cuchillos, un odre de porcelana; por cierto sesenta chatiles de metal, un bahar de cera --que son doscientos tres chatiles--; por ochenta chatiles de metal, un bahar de sal; por cuarenta chatiles de metal, un bahar de resina para calafatear las naves... Pues por aquí alquitrán no se encuentra.
Veinte tahiles constituyen un chatil. Aprecian por encima de todo el metal, la plata viva, el vidrio, el cinabrio, los paños de lana, telas y nuestras demás mercancías; pero, especialmente, el hierro y los anteojos. Van estos moros tan desnudos como cuantos vimos hasta ahora, y se beben la plata viva. Los enfermos, para purgarse; los sanos, para seguir sanos.