Libro III
Riquezas del archipiélago
Animales fantásticos
Al abandonar esta isla, volvimos atrás, en busca de cualquier puerto donde carenar las naves que hacían agua. Una, por poca atención de su piloto, rozó ciertos bajos de una isla que llaman Bibalon; pero con la ayuda de Dios, conseguimos rescatarla. Uno de sus marineros se ingenió para alumbrar una candela en un barril lleno de pólvora para las bombardas: al retemblar la nao con el estallido, quedó libre. Siguiendo nuestra ruta, nos apoderamos de un prao lleno de cocos, que se trasladaba a Burne. Los hombres huyeron hacia un islote. Mientras capturábamos aquel, otros tres huyeron, hasta perderse tras un montón de arrecifes.
Entre el último espolón de Burne y una isla llamada Cimbonbon -que se encuentra a los ocho grados y siete minutos- hay una ensenada perfecta para carenar naves; con lo que allá nos metimos, y, por no disponer de los elementos necesarios para nuestra tarea, se invirtieron cuarenta y dos días.
En ellos nos fatigamos todos, quién por una labor, quién por otra; aunque nuestro esfuerzo principal lo recababa el tener que ir por leña al bosque descalzos. Hay allá cerdos salvajes; desde un esquife matamos uno, mientras nadaba de una isla a otra. Tenía una cabeza de dos palmos y medio de grande, y largos los dientes. También abundan los así de tierra como de mar, ostras y crustáceos de especies varias. La carne de dos de esos moluscos llegó a pesar, respectivamente, veintiséis libras y cuarenta y cuatro. Sacamos un pez con la cabeza como un cochino y dos cuernos; su cuerpo tenía un hueso sólo, con un bulto en la espalda en forma de silla de montar, y pequeño. Hay también árboles cuyas hojas, al caer, están vivas y andan. Son hojas aproximadamente como de moral, aunque menos largas. Encuéntranse también pedúnculos por todas partes; el pedúnculo tiene sólo dos patas, es corto y puntiagudo, carece de sangre y huye cuando alguien choca con él. Durante nueve días tuve a uno guardado en una caja. Cuando la abría, daba vueltas en torno a ella. Pienso que no viven sino del aire.