Libro III
Riquezas del archipiélago
Captura del gobernador de Pulaoan
Habiéndonos ido de aquella isla, o sea, de su puerto, en el cabo de la de Pulaoan, nos tropezamos con un junco que venía de Burne, en el que viajaba el gobernador de esa Pulaoan que menciono. Advertímosle por gestos que arriara velas; pero negándose él, detuvímoslo contra su voluntad y lo saqueamos. Si el gobernador quería quedar libre, debía darnos, en el término de siete días, cuatrocientas medidas de arroz, veinte cerdos, veinte cabras y ciento cincuenta gallinas. Diolas, y además cocos, higos, caña de azúcar, odres de vino de palma y otras cosas. Apreciando su liberalidad, devolvímosle entonces algunos de sus puñales y arcabuces; regalámosle una bandera, una veste de damasco amarillo y veinticinco varas de paño. Y a un hermano suyo, una túnica verde y otras cosas.
Nos apartamos de él amigos, retrocediendo nuevamente entre la isla de Caghaian y el puerto de Chipit, haciendo rumbo de un cuarto de levante hacia el siroco, para acometer el de Moluco. Cruzamos entre puntiagudos arrecifes, a cuyo alrededor encontrábase lleno de hierbas el mar, sobre un fondo exagerado. Al cruzar por ahí nos daba la impresión de ir metiéndonos en otro mar. Dejando Chipit al levante, encontramos otras dos islas, Zolo y Taguina, al otro lado, junto a las que nacen las perlas. Las dos del rey de Burne las encontraron aquí, y según me refirieron, llegaron a su poder del siguiente modo: habiéndose casado aquél con una hija del rey de Zolo, le explicó ésta que su padre las tenía. Entonces, decidido a poseerlas como fuese, apareció una noche en Zolo con quinientos praos, apoderose del rey y de dos de sus hijos, y condújolos a Burne. Si quería la libertad, debería entregarle las perlas.