Libro III
Abundancia de la isla de Giailolo
Cultivo del clavo de olor
El , el rey moro de Giailolo acercósenos con muchos praos; le dimos un sayo de damasco verde, dos brazas de paño rojo, espejos, tijeras, cuchillos, peines y dos vasos dorados. Nos dijo que, siendo amigos del rey de Tadore, lo éramos suyos ya, pues que lo amaba como a un hijo, y que si pronto algunos de nosotros pisaba sus tierras, consideraríalo altísimo honor. Ese rey es muy viejo y temido por todas estas islas por ser archipoderoso. Llámase rajá . La isla de Giailolo es de tal dimensión, que un prao tarda cuatro meses en circunvalarla.
El domingo por la mañana volvió ese mismo rey a nuestras naves; quería ver de qué manera combatíamos y cómo disparábamos las bombardas, todo lo cual le produjo inmenso placer. Inmediatamente, se marchó. Como acabo de advertir, en su juventud había sido un guerrero famoso.
Bajé en tal día a tierra para ver el clavo en planta viva. El tronco es alto y grueso, poco más o menos como un hombre; las ramas espárcense horizontalmente, por lo común; sólo las más altas suben hasta formar en la cima una especie de cono. Sus hojas recuerdan mucho las del laurel; la corteza es olivácea. El clavo crece sobre las ramitas más tiernas, manojos de diez o veinte juntos. Esos troncos producen casi siempre más de un lado que del otro, según el tiempo. Al nacer, el clavo es blanco; al madurar, rojo; al secarse, negro.
Coléctase dos veces al año: una por la Natividad de nuestro Redentor, otra en la de . Por ser las dos épocas en que templa aquí el aire más, sobre todo en la de nuestro Redentor. Cuando la añada es calurosa y de pocas lluvias, recógense trescientos o cuatrocientos bahar en cada una de estas islas. Crecen solamente sobre el monte y si algunos de estos árboles se planta en el llano, aún siendo cerca del monte, no vive. Su hoja, la corteza y el tronco verde son igual de sólidos que el propio clavo. De no recogerse al estar maduro, tórnase tan grande y recio que para nada vale, si no es su corteza. No produce el mundo otras plantas de clavo que las de los cinco montes de estas cinco islas. Se encuentra excepcionalmente en la de Giailolo, y en un islote entre Tadore y Mutir, que llaman Mate, pero que no es de buen sabor. Veíamos descender cada mañana aquella niebla que, circundando primero uno, después otro, de los montes, hace que el clavo llegue a ser perfecto. Cada uno de estos pueblos posee estos árboles, y cada uno custodia los suyos, aunque sin cultivarlos.