Libro III
Abundancia de la isla de Giailolo
Cultura de la isla del clavo
Hállanse en esta isla también árboles de nuez moscada. Su tronco es como el de nuestros nogales, y con hoja similar. La nuez, al ser desprendida, parece un melocotón pequeño, con aquella pelusa y el mismo color. Su primera envoltura es del tamaño de la cápsula verde de nuestra nuez; debajo, sale una membrana sutilísima, bajo la cual ya el macis, muy encarnado, agítase en torno a la cáscara de la nuez, tras la que, por fin, damos con la nuez moscada.
Las casas de estos pueblos están construidas como las que ya dijimos, pero no tan elevadas de la tierra, y las circunda una especie de empalizada de cañas. Las mujeres de aquí son feas, y van tan desnudas como las anteriores, con sus taparrabos de tejido arbóreo. Tejido que logran así: ponen en remojo una corteza de árbol, hasta que se reblandece; después, lo golpean con palos hasta dejarlo tan largo y ancho como les apetece. Y es como una especie de seda cruda, con ciertos filamentos en el interior que hacen que parezca tejido. Comen pan de madera de un tronco parecido a la palma, cuya elaboración es ésta: toman un pedazo de este tronco, humedecido ya, y le extraen ciertas largas espinas negruzcas, machacándolo inmediatamente, y ya está el pan a punto. Casi sólo lo consumen al navegar, y lo llaman sagu. Los hombres van desnudos (¿a qué repetirlo?); pero son tan celosos de sus mujeres, que no querían que bajásemos a tierra con las braguetas abiertas, de forma que sus mujeres imaginaran que nos encontrábamos siempre a punto.